Grande es, si sólo arguye lo necesario, porque en algunos lugares sólo hay mitades descalabradas, como ecos suspendidos en el aire.
Morosamente intenta dormirse, pero se remueve un largo rato
Rumores lucientes tendidos en la costa.
Digamos que allá en tiempos también derramaba vueltas, pues se alimentó de un color entre azafran y verdoso. Y, él, ahora está con letras, continuamente transformadas.
Igual que su propio pensamiento, dentro de un ambiguo molde, llenos de movimiento y de algunas continuidades.
Siente que le acompañarán rumores lucientes tendidos en la costa.
Y no sabe si se aburrirá o habrá sangre bañada, y escribe y se pierde en el mutable arsenal del verbo.