Abre su primer pétalo y conoce el viento, la luz, gotas de agua…la energía que llega «tan sólo para ella» y cree que su espacio es el mundo.
Abre el segundo y se conoce mirándose en reflejo.
Abre el tercero y siente la unicidad: es una flor (rodeada de otras), desprende aroma, vuela sobre su tallo. Conoce el aire que respira y la mueve.
Todos los pétalos abiertos,, algunos empiezan a desfallecer y conoce la tristeza.
Poco a poco va cayendo a tierra.
Hay otro mundo abajo, allí donde caen sus pétalos también percibe vida, otra vida que no es ella misma.
La flor yace mustia en el suelo y es ahora cuando ve, más arriba de su propio tallo , el cielo enorme que desde el principio lo envolvía todo. Y allí, deshojada y marchita, sabe que el tallo también es la raíz, y ve el principio de todas las flores, ella misma, esos mínimos brotes apuntando a las nubes.