https://youtu.be/5jEQl7OFZus
Fue la semana pasada a las seis y media de la tarde. Estás sentada en el metro y de repente, ves a una señora con la cara ensangrentada frente a ti. La mujer, ante mi cara de asombro, me sonrío (parece que ella misma se había arañado el entrecejo). Un hombre vestido con ropa de trabajo, a su lado, buscaba ansioso en una gran mochila, y amablemente le ofreció pañuelos de papel. ¡El gesto me pareció tan tierno e inesperado!.
Estaban tocando algo más allá, oía la música, un violinista que me pareció bastante virtuoso. Sentí la amabilidad que tenía enfrente, me conmovió el momento como un precioso, extraño regalo.
Sonreía cuando me posicioné para salir en mi estación. La señora, ya limpia, sonreía también.
El joven violinista, enojado gritó : «Gracias por la buena vibra. Gracias por las sonrisas y vuestra atención. Dais pena y miedo». Y es verdad, todo el mundo estaba serio, cansado…
Claro/oscuros humanos.
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