Cosas de niños…

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Barcelona, calle Cartagena, año 1960.(poco antes de que se construyera el edificio en el que viviría mi familia más de treinta años) foto: VILLÁ

Antes de que el barrio del Guinardó se convirtiera en un enjambre de cemento, pisos, semáforos y humo, a finales de los sesenta, principios de los setenta de  -ya sabes qué siglo-,  mi calle era una isla. En nuestra manzana, vivíamos algo así  como tres mil niños (uff, no éramos tantos, pero recuerda que estábamos en la época del babyboom).

En el espacio que quedaba hasta llegar a la Avinguda Montserrat, no había ningún edificio… sólo un patio perfecto donde pasar aquellas horas de luz de la tarde, entre la salida del colegio y la hora de la cena.

Toda la chiquillería del barrio se reunía allí.

Allí salvábamos cachorros, corríamos aventuras y nos pelábamos  las rodillas contra las piedras, que habían muchas, de nuestro particular parque de juegos.

Árboles, no había ninguno,que no todo era idílico…aunque sí muchas rocas, excelente refugio para jugar al escondite o desde las que los más osados se lanzaban subidos a cualquier tabla.

Mis mejores amigos eran Luis, mi vecino de escalera,  y Belli, una niña un poco más joven que nosotros, que vivía en el bloque de al lado.

Belli  era la más pequeña de  cinco hermanos, todos eran menudos, de  hermosos ojos  negros y  manos largas y elegantes.

Mi padre comentaba que el padre de Belli era muy trabajador, pero tenía mala suerte con sus capataces (era peón de albañil y a mucha gente, no les gustaban los gitanos).

Nuestra amiga estaba muy contenta, porque iba a tener un hermanito nuevo.  En casa, con un tono algo despectivo siempre comentaban  que aquella gente no tenía cabeza ¡tantos críos que alimentar y viene otro de camino y la pobre María (la madre de mi amiga), que está demasiado delgada y no se encuentra bien!.

Nosotros, veíamos con fascinación el engorde progresivo del vientre de la pobre mujer. Su paso cansado, cuando venía a buscar a Belli porque tenía la cena preparada.

Con alegría subimos todos a conocer al hermanito cuando volvieron del hospital. Belli ya no bajaba a jugar con nosotros.

Una noche, soñé con nuestro parque:

«Era de día y con sol,  la hermana de Belli, con la cara muy acongojada y cargando un  bulto de color azul,  se dirigía directamente a la roca más grande y alejada. Fui con ella en sueños y pude ver que el bulto, era un niño pequeñito, lleno de sangre, envuelto en una toquilla azul., era un niño muerto.

La chica,  apartó algunas piedras y colocó el bulto  cuidadosamente junto a la roca. Después, lo tapó  y llorando, se alejó de allí».

La primera persona a la que conté mi sueño fue mi madre.

-«Le has barruntado la muerte al pobre niño, eres igual que tu abuela, será mejor que no se lo digas a nadie».

A nadie más le expliqué mi sueño, los días pasaban y seguíamos sin contar con nuestra amiga,  pero una tarde, Belli bajó llorosa a la calle y me pidió que le guardara un secreto: su hermanito estaba muy malo,  lo habían llevado a San Pablo (el hospital cercano) y la cosa pintaba muy mal.

Pasamos la tarde en silencio, sin hacer nada, como saben los niños guardar el luto, cuando de verdad están tristes.

Pocos días después, el niño falleció. Nuestra amiga nos lo explicó llorando, entonces, la emoción del momento… le conté lo que había soñado y la llevé al lugar  en el que había visto «enterrar» al niño.

Junto a la roca, debajo de las piedras, encontramos una maleta azul, como de cartón. Belli la reconoció y sólo permitió que la abriéramos un poco… era la ropita de su hermano.

«-No toquéis nada!, y salió corriendo hacia su casa.

A los pocos minutos, como en mi sueño, llegó la hermana mayor, con la cara traspuesta, cargó la maleta y se la llevó de allí.

Al día siguiente, la madre de Belli me mandó a buscar. Yo no había vuelto a ver  a mi amiga, tenerla  en casa supuso una alegría, pero me dijo  muy seria que me preparara… que su madre estaba muy enfadada.

La señora María, estaba sentada cerca de la ventana. Con las delgadas piernas envueltas en una manta, delgada, triste…

Cuando entré, me acerqué a darle un beso y la mujer me sonrió levemente, me hizo sentar a su lado y me miró con sus enormes ojazos negros, envueltos en unas profundas ojeras…

-Tú sueñas cosas que pasan, éso crees ¿no?. A lo mejor te parece que es algo bueno ésto que te ocurre. Sería bueno si lo supieras  interpretar. Pero así, a lo bruto, tal como te está pasando, lo único que puedes hacer es daño. ¿A quién le has ayudado explicando tu miserable sueño?, ¿ha servido para algo a alguien?.

Yo, no sabía dónde meterme. Mis «miserables» ocho años, no daban para más. No contesté ni reaccioné.

-Recuerda una cosa : Los sueños vienen de Dios o del diablo. Antes de contarlos, piensa  de dónde han venido.

Salí de la casa muy conmocionada.

En la calle, sentí unas manos que me estiraban de las trenzas,

Belli me pegó como nunca  nadie me había pegado y nadie ha vuelto a hacer. Supe que era por su extrema tristeza y me defendí lo justo hasta salir corriendo para casa.

En poco tiempo, aquella familia se trasladó a vivir a Terrassa. Parece que las hermanas mayores habían encontrado trabajo y al padre, seguro que le saldría algo.

Nos lo explicó la señora María, la tarde en que vino a despedirse de mi madre. Belli la acompañaba.

Nos abrazamos.

Nunca tendré una amiga como tú, me dijo.viejas+007[1]

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