entropía

cayendo[1]tarot_carro_web[1]Existe un camino hacia el abismo.  La «caída» que  evitamos desde que tenemos uso de razón.

Toda la cultura occidental está enfocada al hecho de obviarlo, «no mirar sus  ojos». Maldita educación que nos enfoca hacia la superficie, cuando podría enseñarnos a nadar el mar de las adversidades, asumiéndolas.

El abismo es un lugar subjetivo, pero muy real ¡qué paradoja!. Algunos lo confunden con la muerte o con la enfermedad. En realidad engloba todos los temores, todo aquello que no podemos ordenar, solucionar o  comprender. Es igual que una disolución en la que nuestro H2O se colapsara por una suma infinita  de «sal».

Ese  estado en el que los temas «importantes» de la vida, se convierten en cosas triviales, Porque tú, si no sabes volar, (…pues claro que no se!!), vas a caer, porque una fuerza feroz, te empuja hacia el vacío., allí donde no sabes ni controlas nada.

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Entonces, durante un tiempo, durante «la caída», el caos lo inunda todo. Es inútil resistir, aunque siempre lo hacemos y ese estado tensional todavía empobrece más nuestra pobre vitalidad. 

Pero hay un final, una conclusión.

Algún día,  tocamos fondo, ponemos pie en tierra, nuestro mundo se relaja.

Todo ha cambiado.

Y el contador se pone de nuevo en marcha hasta la próxima…  ya nunca seremos los mismos. Nosotros y nuestro abismo, somos otros.mascara[1]mariposa-oruga[1]Dicen que es precisamente ahí, cuando sufrimos una tremenda perdida, cuando crecemos, avanzamos, cuando creamos belleza y nuestra capacidad de comprensión del mundo se ensancha. Es posible que sea así.

Decía Dostoievski: «El verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor».  

Lo que te digo: tras el dolor, somos, pero somos otros. 

Me quedo con la sabiduría de  Omar Khayyam: «Cuando vaciles bajo el peso del dolor, y estén ya secas las fuentes de tu llanto, piensa en el césped que brilla tras la lluvia. Cuando el resplandor del día te exaspere, y llegues a desear que una noche sin aurora se abata sobre el mundo, piensa en el despertar de un niño».

«El viento del sur marchitó las rosas que loaba, en sus cantos, el ruiseñor. ¿Habrá que llorar por ellas o por nosotros? Cuando la muerte marchite nuestras mejillas, otras rosas se abrirán».

 

vida-o-muerte[1]

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